Esto es un poste de acero, de celosía de perfil laminado en L y entramado sencillo, con su golpe de crucetas horizontales que soportan los conductores a través de los cuales pasa la energía eléctrica que llega a mi casa. No está mal.
Tiene forma de pirámide truncada (sin rematar, al fin y al cabo), para echarle un cable (nunca mejor dicho) a su resistencia mecánica, que no es otra cosa que la capacidad de resistir las fuerzas aplicadas sin romperse. Como todo en la vida, la resistencia mecánica se comprueba con un ensayo, en este caso el más utilizado es el ensayo de tracción. Se coge una probeta normalizada y se somete a tracción hasta que se rompe. Mientras llega y no llega a romperse se mide la tensión que provoca el esfuerzo. Exactamente igual que están haciendo los mercados con nosotros, sirviéndose de los gobiernos. Yo ya estoy deseando ver cuándo y cómo llegará la rotura, pues con tanta tracción estamos alcanzando la U, o sea, el límite de resistencia última, la máxima tensión soportable antes de rompernos.
Al fondo se aprecia el siguiente poste, chiquitito por la lejanía. Al espacio entre uno y otro se le llama vano y su distancia medida en metros se llama luz. Todo son metáforas.
También alucino con las dos péndolas y sus grifas de la catenaria (¡cuánto nombre!). Pero eso es otra historia que tiene que ver con el tren.
La puesta de sol es de ayer mismo, aquí junto a casa, dando un paseo cámara en ristre...
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